Me gusta Santiago lluvioso, vestido de gris con la cordillera llenándose de nieve poco a poco. Me agrada encontrarme con los pocos pero buenos amigos que quedan. Me gusta comer sopaipillas en la casa de mi mamá y regalonear a mis gatos. Me gusta conversar con Juan Jo y contarle de los monjes budistas y de lo impactante del hinduismo. Me gusta conocer gente nueva que aporte otro punto de vista y me hagan sentir que despues de todo no soy la única que tiene tantas inquietudes e incertidumbres.
No me gusta la política concertacionista, los 21 de mayos represivos, la violencia latente de los transeúntes. Santiago se limpia con la lluvia, lo hace más respirable pero luego vuelve la espesa nube de frustración. Es difícil de comprender este Santiago moderno y aislado del mundo. Regresar a esta ciudad es recibir de golpe tantas noticias malas (el volcán, la píldora del día después, las protestas pingüinas, el escándalo del hospital de Curepto, la vergüenza del capítulo de las frutillas). Que pasa Santiago?
De los países que conozco, los escenarios son complejos, violentos y de inmensa pobreza. Sin embargo siempre he visto esperanza, en cada esquina hay algo que te recuerda que la vida vale la pena y que los sueños están cerca. Todo está ahí, simplemente hay que agarrarlos y vivirlos.
Me gusta Santiago lluvioso y espero que las gotas de agua logren limpiar en serio este lugar. Aun no pierdo la esperanza...
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