Son muchas cosas las que han sucedido en las últimas semanas. La primera es mi viaje flash a Venezuela, después de muchos años pude reencontrar mi Caracas querida, caótica y bella. Del trabajo no puedo hablar lamentablemente aunque la situación de una Venezuela Chavista no deja de ser llamativa, tiene lados buenos y malos pero toda esta división y polarización latinoamericana no me gusta. Fue un viaje demasiado corto donde no pude ver a mucha gente, logré ver a mi padre, a mi amiga Claudia y al pana Alberto.
Claudia es mi amiga de adolescencia, de travesuras del colegio, la primera borrachera, los secretitos de amigas, las risas, los buenos momentos. Aunque seamos distintas la amistad puede perdurar debido al cariño de la infancia. Entre sus viajes entre Caracas y Londres, un poco desarraigada a veces le está dando chance a su parte artistíca y creo que le irá muy bien.
Alberto era mi vecino desde chicos, inclusive no nos caíamos muy bien de pequeños, me encontraba demasiado seria y el era amigo de mi hermano. Sin embargo hace años atrás pasé unos días muy divertidos a su lado y de sus amigos. Nerio es un gran amigo que surgió de ese verano y es mi pana hasta el día de hoy. Ver a un Alberto artista, lleno de creatividad, proyectos y éxito me alegra absolutamente y me encantó poder hablar de cosas profundamente personales y serias y poder compartir a la vez ese extraño humor irónico tan cómplice.
Es extraño y gratificante a la vez sentir que hay cosas que no cambian. Ver a estos dos amigos fue como que el tiempo no hubiese pasado. Por un lado me sentí muy caraqueña y recupere energías para regresar a este convulsionado Santiago.
Regresé horas antes de la muerte de Pinochet. Es difícil volver a ver como se divide mi país. No me agradan las divisiones, me dan miedo. Ya se ha derramado suficiente sangre, sólo creo que debemos vivir en paz y aunque la famosa reconciliación es personal, todos podemos dar un paso adelante. Volver a ver imágenes de división, ser testigo nuevamente de la polarización chilena me atormenta. Una de las cosas que siempre guardé de mi vida en Venezuela es la posibilidad de tener amigos de todo tipo sin importar su postura ideológica. Hace años que trato de aplicar esa manera de vivir, a veces con logros y fracasos, busqué conocer ambos bandos y me llevo cosas buenas y malas de los dos lados.
Espero que mi querida Venezuela, tierra adoptiva de infancia y juventud no se divida, no se quiebre porque las heridas duran demasiado tiempo.
No deja de llamarme la atención un artículo del diario el mercurio donde se dice que Chile es uno de los países más tristes de América Latina mientras Venezuela es la nación más feliz.
Con todo lo moderno que es Chile hoy quizás solo falte que tratemos de ser más felices, que seamos realmente solidarios que aprendamos a conocernos y respetarnos como país. El pasado nos divide y es doloroso, debemos crecer juntos en el presente y por el futuro, hay cosas en las que nunca podremos ponernos de acuerdo pero no podemos seguir viviendo divididos. Si todos aceptaramos conocernos y respetar el pensamiento del otro, sin ocultarse, logrando decir sin temor lo que se piensa y poder incluso dialogar. Vivir sin agredirse, sin tomar en cuenta las peleas de los políticos que cada vez están más lejos de escuchar al ciudadano común, si tan solo aceptaramos vivir en democracia...
Espero que muchos acompañen mi pensamiento.